Le robé todas las sonrisas una tarde. Comenzamos con un café, nos besamos sin quitarnos los ojos de encima. Coquetamente me susurró al oído que le hacía olvidar todas sus penas. Terminamos en un bar de mala muerte. Le quité todos sus secretos esa noche.
Al día siguiente no fue a trabajar. Dejó una carta sobre su velador y se lanzó del balcón. Decía que le había quitado las ganas de vivir…
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