La gente decía que sus ojos no eran alegres, se lo decían en cada mirada. Pensaba en ello mientras caminaba con su cámara a cuestas. Esa melancolía que se le atascaba en la garganta le motivaba a robar trozos de vidas ajenas: El pequeño caminando por el césped, la mujer y sus bolsos sola por la vereda, el anciano y su mirada perdida en rostros de aquel vagón que nunca recordaría.
Llegando a casa todo cambiaba, esas imágenes se fundían con las que había tomado durante toda su vida, un mural de su vida anhelada. Sabía que era feliz.
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
0 comentarios:
Post a Comment