No se cuantas veces ne he sentado a pensar en que lo que realmente necesito es sentarme y tomarme el tiempo suficiente para andar paso a paso, y en esa redundancia estúpida, sin conclusiones, sin decisiones es que me he dado cuenta miles de veces de lo obvio, y tomar medidas para dejar de tropezarme cada cinco pasos, porque no soy lo suficientemente paciente ni estoy seguro de lo que puede suceder un par de metros o segundos mas alla, y la verdad tampoco tengo mucho autocuidado emocional.
No me gusta llamar miedo a lo que veo como inseguridades, y he terminado haciéndolo, llegando a lugares que nunca imaginé llegar, descubriendo sensaciones que no imaginé que existían, y que tanto me costó considerar reales. Y tanta puesta a prueba agota, es como poner cotas a la felicidad, por el solo hecho de buscar algo que se cree de verdad. Y vale de verdad la pena preguntárselo tanto? Por qué nos cuesta tanto buscar razones para todo, cuando solo arrojándonos podemos conseguir más de lo que tenemos?
La respuesta es simple, porque nos cuesta desprendernos. Encuentro un poco cruel el luchar por algo y después simplemente cortarnos las alas, pero supongo que si les pasó a los ángeles en el paraíso, cómo no va a pasarle a un simple hombre que no ha aprendido a vivir sin egoísmos, con mucho apego y ganas de construir algo que tenga sentido, que valga para él.
Cuando comencé a escribir este post, meses atrás, estaba sólo, envuelto solo en mis responsabilidades, y esperaba tener el tiempo para descubrir con lo que siempre he luchado, esa misma soledad.
Yo no creo en las casualidades, y soy bien malo con las causalidades, pero descubrir los sentimientos pasados de esa misma palabra, pero con otro significado, Soledad, mi primera mujer,10 años atrás, me ha aclarado bastante el panorama, y lo curioso, usando casi las mismas palabras y fundamentos. Y me sentí tan infantil.
Qué tanto tiempo estamos esperando para crecer, cuanto debemos esperar para confiar? Cómo siempre, estoy recorriendo ese camino en el sentido contrario, de más a menos confianza, pero de menos a más consciencia. Y la terquedad unida a los impulsos, créanme, no ayudan,y la explicación es obvia.
Cuando la recuerdo no puedo dejar de imaginar lo que sintió cuando me llamó para contarme que se casaba. Tenía 21 años y quedó embarazada de un amigo. Yo iba en 4to medio, y entre tanta angustia y dudas hice nada, esperé que no fuese cierto que se casaba, le escribí una carta sabiendo que lo hacía porque iba a tener un bebé. No hablé con ella en 2 años, y recién ahí supe de su hijo, un 30 de Septiembre. Nació un 9 de enero, se llama Javier. (En su casa me decían el San Javier). 7 meses después embaracé a Carolina, un 8 de abril, y de ahí Nació Javiera, mi rulienta bella. Las razones del nombre fueron otras, mágicas, pero esa casualidad le da un poco de belleza al asunto.
10 años después sigo agradecido de ella, en el momento no lo aprecié. Espero sea feliz, sé que tuvo al menos un hijo más, no sé el nombre.
Espero que de nuevo el tiempo me de las respuestas, aclare mi amor actual, que a ratos siento me quema por dentro, y poder ser paciente, y finalmente, volver a aprender a confiar...
No me gusta llamar miedo a lo que veo como inseguridades, y he terminado haciéndolo, llegando a lugares que nunca imaginé llegar, descubriendo sensaciones que no imaginé que existían, y que tanto me costó considerar reales. Y tanta puesta a prueba agota, es como poner cotas a la felicidad, por el solo hecho de buscar algo que se cree de verdad. Y vale de verdad la pena preguntárselo tanto? Por qué nos cuesta tanto buscar razones para todo, cuando solo arrojándonos podemos conseguir más de lo que tenemos?
La respuesta es simple, porque nos cuesta desprendernos. Encuentro un poco cruel el luchar por algo y después simplemente cortarnos las alas, pero supongo que si les pasó a los ángeles en el paraíso, cómo no va a pasarle a un simple hombre que no ha aprendido a vivir sin egoísmos, con mucho apego y ganas de construir algo que tenga sentido, que valga para él.
Cuando comencé a escribir este post, meses atrás, estaba sólo, envuelto solo en mis responsabilidades, y esperaba tener el tiempo para descubrir con lo que siempre he luchado, esa misma soledad.
Yo no creo en las casualidades, y soy bien malo con las causalidades, pero descubrir los sentimientos pasados de esa misma palabra, pero con otro significado, Soledad, mi primera mujer,10 años atrás, me ha aclarado bastante el panorama, y lo curioso, usando casi las mismas palabras y fundamentos. Y me sentí tan infantil.
Qué tanto tiempo estamos esperando para crecer, cuanto debemos esperar para confiar? Cómo siempre, estoy recorriendo ese camino en el sentido contrario, de más a menos confianza, pero de menos a más consciencia. Y la terquedad unida a los impulsos, créanme, no ayudan,y la explicación es obvia.
Cuando la recuerdo no puedo dejar de imaginar lo que sintió cuando me llamó para contarme que se casaba. Tenía 21 años y quedó embarazada de un amigo. Yo iba en 4to medio, y entre tanta angustia y dudas hice nada, esperé que no fuese cierto que se casaba, le escribí una carta sabiendo que lo hacía porque iba a tener un bebé. No hablé con ella en 2 años, y recién ahí supe de su hijo, un 30 de Septiembre. Nació un 9 de enero, se llama Javier. (En su casa me decían el San Javier). 7 meses después embaracé a Carolina, un 8 de abril, y de ahí Nació Javiera, mi rulienta bella. Las razones del nombre fueron otras, mágicas, pero esa casualidad le da un poco de belleza al asunto.
10 años después sigo agradecido de ella, en el momento no lo aprecié. Espero sea feliz, sé que tuvo al menos un hijo más, no sé el nombre.
Espero que de nuevo el tiempo me de las respuestas, aclare mi amor actual, que a ratos siento me quema por dentro, y poder ser paciente, y finalmente, volver a aprender a confiar...
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